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Alvaro Valerio Rivero Soto

Cada vez notamos con más persistencia, el impacto de la tecnología digital en las formas en que percibimos la vida y nos relacionamos sensiblemente con las cosas y las personas. Lentamente, lo digital pasa de ser un artículo de consumo al marco cognitivo en donde se desarrollan las relaciones personales, profesionales y se ambienta una cambiada percepción de la realidad. No se trata solo de herramientas disponibles, tiene que ver con la manera de como creamos nuevos esquemas de organización, de pensamiento y acción, no para hacer mejor lo que hacíamos, de la forma en que lo hacíamos, sino para hacerlo de forma diferente.

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Somos espectadores de algo nuevo. El inicio, como muchas cosas, comenzó con la academia y el ejercito, pero el primer impacto fue en el consumo, como lujo y curiosidad, entretenimiento de unos pocos. El siguiente impacto, de los más importantes, fue en los medios de comunicación, donde la experiencia de producción y consumo cambia conforme la tecnología digital agrega posibilidades nunca antes vistas ni siquiera pensadas. Internet, como brecha, concentró la convergencia donde ahora confluye la información, el entretenimiento, el trabajo, la noticia y la manera de relacionarnos con los demás.

Este cambio en las técnicas, los medios y la percepción, también ofrece la posibilidad de plantear nuevos esquemas de organización y de producción de las ideas. A partir de herramientas como la colaboración deslocalizada en tiempo real y la capacidad inmensa para procesar datos, tenemos que pensar seriamente en que existen las capacidades y el marco para la creación de una inteligencia colectiva.

Desde un esquema que parecía inmutable, la inteligencia fue don personal y patrimonio individual. La capacidad tal vez innata para trabajar en equipo, tarea obligada para proyectos los cuales una sola persona no puede realizar, resulta ser un conjunto de inteligencias y habilidades y no una inteligencia colectiva. Organizados de forma vertical la mayoría de la veces, los grupos de trabajo dependen de una cabeza que en ultima instancia toma las decisiones. En el fondo de la pirámide solo se siguen ordenes.

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Pensamos y decimos de este y de aquel que tiene una inteligencia sorprendente, una gran capacidad. La genialidad tiene nombre y podemos recordar a personajes por sus grandes aportaciones al conocimiento y la ciencia. Valoramos también las diferentes inteligencias que permiten a los nativos de la selva amazónica o a los esquimales, vivir en su entorno donde perciben matices, oportunidades y peligros que otras personas no podrían distinguir. Sabemos que la inteligencia no es una sino muchas. La inteligencia y precisión que necesita un pastor montañez para dirigir su rebaño de animales por los desfiladeros, no le pide nada a la precisión que requiere un neurocirujano en una operación.

Dicho esto, todavía continuamos pensando en la inteligencia en los términos acostumbrados, desde la correspondiente al plano personal  hasta el conjunto de ideas necesarias para construir un puente; pensemos ahora en los términos de una inteligencia colectiva que va más allá del conjunto de inteligencias.

Tomaremos las ideas y los conceptos de inteligencia colectiva que ha desarrollado Pierre Lévy de manera extensa; desarrolla una propuesta ágil e inteligente y la enmarca en la posibilidad, en la idea de un nuevo humanismo basado en el reconocimiento y diferenciación de las personas a través de un renovación moral, que es dada por la relación con el conocimiento en ambientes de colaboración horizontales.

Pierre Lévy habla de un nuevo espacio antropológico y económico que surge de un mundo que ha cambiado a partir de la tecnologías digitales, un mundo con medios y herramientas que soportan la creación de redes y sujetos cognitivos abiertos, entornos de colaboración y una novedosa dimensión de la comunicación.

La inteligencia colectiva habla de colectivos inteligentes, un nuevo discurso, una nueva lengua (marco común de referencia) y renovadas formas complejas de organización social. La personas encuentran los mecanismos para expresarse y contribuir con experiencias y competencias únicas, en un proceso dinámico de intercambio de conocimientos. Más allá de las diferencias y singularidades de las personas, se articula un discurso social común, el cual se enlaza a través de finalidades culturales, morales, laborales y estéticas. Se crean nuevos espacios de conocimiento en donde los aportes surgen dentro de la interacción de un marco común que potencializa las habilidades y las destrezas cognitivas de los individuos.

Es posible entonces la creación de un nuevo humanismo basado en la renovación del vinculo social más allá de la idea de raza, etnia y origen social, un humanismo que se basa en principios éticos de colaboración y respeto y en la valoración de los individuos. Un inteligencia colectiva con fundamentos en la competencias, el conocimiento y el saber donde se reconoce plenamente a los individuos, a la vez que fomenta la singularidad y rechaza dogmatismos y manipulaciones de todo tipo. Un humanismo centrado en el proceso de crecimiento de las personas y sus entornos sociales y ambientales, donde la moneda de intercambio común es el conocimiento.

La inteligencia colectiva es una inteligencia distribuida en partes, coordinada, que se comunica en tiempo real y se apoya en herramientas digitales para la colaboración y el intercambio de información. Pierre Lévy lo concibe como un proyecto global, que debe ser encaminado y promovido,  que puede dar como resultado un impulso al desarrollo global, en el marco de soluciones colectivas e inteligentes para resolver problemas comunes y locales a través de experiencias y conocimientos compartidos.  Puede ser también el inicio  de una nueva forma de verse entre la personas, una estética de percibir y entender al otro más allá de las fronteras nacionales, religiosas, ideológicas, de raza, etnia y origen. Percibir a las personas en cuanto son capaces de aportar a la experiencia común desde su ámbito de entendimiento, que puede ser la calle, el campo, la casa o la profesión.

La propuesta es más que interesante, propone una igualdad conceptual mediada por la tecnología digital, animada por el bien común, la oportunidad de crecimiento y la forma de poder reconocer a las personas dentro del medio de sus aportaciones. Esperemos ver que efectivamente dogmatismos y oportunistas no se apropien de la idea de inteligencia colectiva. Puede que estamos ante ultimas oportunidades, espero no la ultima, de refundar las bases del entendimiento y resolver los grandes problemas que podrían hacer colapsar la civilización tal como la conocemos. Es realmente una posibilidad de enfocar la mirada más allá de la diferencias, el etnocentrismo y el individualismo y crear algo nuevo, provechoso para las personas y el entorno. La herramientas digitales brindan, ahora más que nunca, la oportunidad de hacerlo y la red, el ciberespacio es el lugar de confluencia que absorbe las distancias y el tiempo. No hacerlo sería desperdiciar una de las pocas oportunidades de cambiar, pero también sería un desperdicio de todo: de talento, de ideas, oportunidades, y la tal vez, una división mayor y finalmente, la extinción de las inteligencias.

Inteligencias colectivas. Por una antropología del ciberespacio. Pierre Lévy, 2004.

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One Comment

  1. Saludos, comparto nota del periódico La Jornada, se titula
    «Crecen terapias para el combate del estrés digital»

    -Promueven vacaciones 100% off-line o productos anti-wifi
    -Hay gente conectada sin cesar al celular e Internet, alerta encuestadora
    -Empresas y hoteles proponen retiros o equipos de desintoxicación
    -Es sólo mercadotecnia, dice bloguero; yo me desenchufé seis meses
    http://www.jornada.unam.mx/2013/06/28/ciencias/a02n1cie


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